3.1.2 Partituras orquestales

Partituras orquestales

Las partituras orquestales comenzaron a desarrollarse en el siglo XVII cuando el cuerpo orquestal empezó a tomar forma. Tras el establecimiento del coro de cuerdas como núcleo de la creación musical instrumental, los instrumentos de viento se añadieron a las cuerdas de forma esporádica, en función de los instrumentos disponibles para una interpretación concreta y según los deseos del compositor o las exigencias de un mecenas que pagaba. La organización de las partituras variaba considerablemente. Era habitual que los instrumentos compartieran los mismos pentagramas, por ejemplo fagots y violonchelos, oboes y violines, etc., ya que a veces interpretaban música idéntica (Ejemplo 3.1). Las partituras de orquesta barrocas suelen incluir la notación del bajo continuo escrita debajo de la línea de bajo.

La orquesta sinfónica más estandarizada no surgió hasta finales del siglo XVIII. Si bien algunas partituras del último período clásico, especialmente los manuscritos, siguen mostrando cierta variedad en la disposición de los instrumentos, la volantona industria editorial musical comenzó a estandarizar los formatos de las partituras orquestales.  En esta época surgió la disposición moderna que sitúa los vientos por encima de las cuerdas y que organiza los grupos de instrumentos desde los más agudos hasta los más graves. También era habitual, incluso en el siglo XVIII, que los violonchelos y los contrabajos estuvieran escritos en el mismo pentagrama.

En la actualidad, las partituras modernas se organizan con los instrumentos de madera en la parte superior, seguidos de las trompas, los instrumentos de metal, la percusión, el arpa, el piano y las partes de cuerda en la parte inferior.